Psiquiatría del pasado y del futuro

Hay cosas que uno jamás olvida. Yo tenía 26 años y era SeniorHouseOfficer (residente) de segundo año y por primera vez en mi carrera profesional tuve que enfrentarme a una persona con una enfermedad muy dura.

Ella, una mujer de 46 años, casada, con cuatro hijos, había desarrollado una depresión severa con síntomas psicóticos. Tan severos que había dejado de comer y beber.

¿Cuál es el tratamiento con evidencia científica y con grandes resultados para estos casos? La terapia electroconvulsiva.

Él, un hombre de 49 años, un gran marido y padre excepcional. Nunca olvidaré su reacción cuando tuvimos que discutir este tipo de terapia y cómo se utiliza hoy en día: bajo sedación, sin ningún tipo de efectos secundarios de tipo cognitivo y con gran eficacia para este tipo de patologías.

Con lágrimas de ira en los ojos, comprensiblemente nos decía que quiénes éramos para “electrocutar” a su mujer, y lo bárbaros que éramos los psiquiatras. Que su mujer estaba en un hospital, no en un manicomio para locos. Bien grabado se me quedó esto en algún lugar de mi lóbulo temporal medial.

Este caso me hace recordar la “culpabilidad histórica” con la que los psiquiatras tenemos que lidiar cada hora, cada día, durante todos estos siglos. Concuerdo rotundamente con todos aquellos anti-psiquiatría que critican esos horribles “tratamientos mecánicos” que por desgracia se practicaban con frecuencia en esos viejos manicomios, de los cuales creo que cualquier psiquiatra se debería avergonzar. Al menos yo sí. Pero también debemos perdonarnos para poder progresar.

La historia y la medicina tampoco han sido muy gentiles con nuestra profesión, pero con valentía y pujanza ha sabido crecer convincentemente para sufragar a aquéllos que en algún momento nuestra sociedad ha considerado “desequilibrados o locos”. Todo esto ha hecho que nuestra disciplina esté acostumbrada a enfrentarse a grandes críticas, pero también a adaptarse muy rápidamente a grandes cambios, incluyendo el uso de las últimas tecnologías.

Desde el comienzo de los años 80 Internet ha cambiado de una forma extraordinaria cómo vivimos, convivimos y especialmente cómo experimentamos nuestras vidas. Sin embargo, algunos profesionales de la medicina aún juzgan horrorizados su uso en nuestra práctica clínica diaria, especialmente en salud mental.

La psiquiatría, desafortunadamente o afortunadamente -y esto lo dejo a juicio de mis compañeros- siempre ha estado ligada a cambios políticos, culturales, religiosos y obviamente a cambios en el pensamiento y viceversa.

Aunque pueda sorprender a algunos, la psiquiatría se remonta a la época prehistórica. En el año 10.000 AC, ya se practicaba la trepanación, quizás para liberar “malos espíritus” de la cabeza. Disponemos de antiguos escritos indios que postulaban que las enfermedades mentales podrían ser el resultado de un desequilibrio entre el “humor” y ciertas partes del cuerpo.

La desintegración del imperio romano tras la llegada de los pueblos germánicos y las consecuencias que desgraciadamente esto conllevó en el pensamiento en occidente, hizo que en lo que hoy es Europa se retomaran lamentables absurdos como que las enfermedades mentales eran causadas por posesiones demoníacas o brujería. The Royal Bethlem Hospital  que ahora forma parte de South London and theMaudsley NHS Trust, fue el primer “manicomio” en Europa, el cual comenzó a ingresar a sus primeros pacientes en 1350.

Afortunadamente la época del renacimiento del siglo XVI en Europa dio lugar al resurgir del método científico y los problemas de salud mental empezaron a concebirse otra vez como derivados de procesos del cuerpo humano. Se comenzó a dejar a un lado las elucubraciones supersticiosas y a trabajar en los análisis objetivos y rigurosos de las causas.

En los siglos XVIII y XIX finalmente la psiquiatría se desarrolló como una rama de la neurología e incorporó nuevas disciplinas como la psicología. Durante esta época se constituyó un gran número de manicomios, pero debido a la carencia de tratamientos reales para los pacientes, el número de “incurables” comenzó a crecer muy rápidamente, saturando significativamente estos centros.

En 1667, Thomas Willis -uno de los padres de la neurociencia- describió en detalle la anatomía del cerebro, incluyendo su famoso circuito vascular, y John Cade comenzó a utilizar litio para el tratamiento de cuadros maníacos, todavía a día de hoy considerado el mejor estabilizador del humor. Después llegaron medicamentos como la clorpromazina y la imipramina lo que llevó espléndidamente a que… ¡los viejos manicomios se fueran vaciando!

Poco a poco y paso a paso hemos luchado para que nuestra profesión, la psiquiatría que ha sido tan maltratada y que tanto amamos, se encuentre donde se merece: al servicio de nuestros pacientes. El intento del ser humano de solucionar los problemas mentales siempre ha existido. No, no nació con la llegada del Prozac…

Los avances de la ciencia continúan. Hoy  tenemos la oportunidad de aprovechar el Internet de las Cosas (IoT) y los increíbles beneficios que va a traer la tecnología a la psiquiatría y a nuestra venerada neurociencia.

Tristemente, ciertos compañeros de las ciencias de la salud no están muy entusiasmados con cómo su uso puede mejorar la eficiencia de los servicios para nuestros usuarios. Su única preocupación parece ser la posible infracción de las barreras que debemos mantener con nuestros pacientes y sus familiares, y la minúscula posibilidad de la violación de la confidencialidad… qué ridiculez…

¡Demos la bienvenida a la tecnología! ¡Celebremos los avances en nuestra profesión, dejando a un lado el pesimismo y la “culpa histórica” que sólo nos deja anclados en el pasado!

Los “teléfonos móviles” tal y como los conocimos, dejaron de existir.  Entre nuestras manos sostenemos una combinación de pequeños ordenadores portátiles con infinitas “Apps” y casi podemos decir que es extraño utilizarlos para hacer una llamada telefónica. Estas”Apps” ya están disponibles para un número considerable de enfermedades relacionadas con la salud mental, y son comercializadas como “mHealth Apps”. Pueden ser utilizadas en conjunción con unidades de apoyo que realizan su atención con la ventaja de disponer de valiosos datos obtenidos de los dispositivos médicos.

Esto nos permite intervenir más eficazmente en problemas como la psicosis, la ansiedad, la depresión, las adicciones, y otros problemas neuropsiquiátricos. Y lo más importante: facilitar intervenciones psicosociales, promover la independencia y apoyar a nuestros pacientes para que puedan gestionar su vida con autonomía. Para que puedan enfrentar sus preocupaciones, sus discapacidades -con infinitas capacidades-, y especialmente para prestar apoyo a aquellos que padezcan enfermedades crónicas que requieran de un forma más continua y precisa de cuidados e intervenciones, con un enfoque a largo plazo, evitando las recaídas con las terribles consecuencias que conllevan, tanto a ellos como a los suyos.

 

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