Fisioterapia y Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer es la causa más frecuente de demencia, siendo además una de las principales causas de dependencia de las personas mayores.
El tratamiento fisioterapéutico es fundamental en las personas que sufren Alzheimer, pero también en otras demencias, ya que contribuye a ralentizar lo máximo posible el avance de los síntomas de la enfermedad, mejorando o al menos manteniendo las capacidades de la persona y logrando mantener una buena calidad de vida.
Objetivos de la fisioterapia en el Alzheimer
Los objetivos generales del tratamiento fisioterapéutico para personas con Alzheimer son los siguientes:
- Mantener una buena calidad de vida el mayor tiempo posible.
- Favorecer el correcto funcionamiento del sistema cardiorrespiratorio y el aparato locomotor, para retrasar en lo posible los efectos de la enfermedad.
- Prevenir problemas asociados a la evolución de la enfermedad de Alzheimer, como los derivados del encamamiento prolongado.
Beneficios de la fisioterapia
Si bien cada persona responde a la terapia de manera diferente, en función de sus características particulares, así como de la fase en que se encuentre la enfermedad, de manera general podemos observar una mejoría en:
- Equilibrio y prevención de caídas, calidad del patrón de marcha.
- Facilitación de transferencias (traslados de la cama a la silla, de sentado a de pie).
- Mantener una correcta alineación y postura.
- Prevención de úlceras por presión (escaras) así como deformidades debidas al encamamiento o la sedestación prolongada.
- Mantenimiento de las funciones cardiorrespiratoria y digestiva, así como prevención de la incontinencia urinaria.
- Función cognitiva: memoria, atención y capacidad verbal.
- Estado de ánimo, así como de las personas que le rodean.
- Calidad de vida y autonomía funcional, efectos positivos sobre trastornos de la conducta (disminución de la ansiedad y/o depresión, facilitación del sueño).
Fases en el Alzheimer
La fisioterapia en el Alzheimer debe ir acompañando a la persona en cada fase, pudiendo ofrecer distintos apoyos en función de la propia evolución de la enfermedad.
En una primera fase, habrá que procurar que el paciente mantenga una vida independiente dentro de sus posibilidades, previniendo que las dificultades y déficits de movilidad sean lo menos limitantes posibles. Para ello, los objetivos son:
- Prevenir la atrofia muscular y así evitar limitaciones de movilidad, contribuyendo a mantener la autonomía personal.
- Reeducar el patrón de la marcha.
- Fisioterapia respiratoria. En un primer momento sería sólo preventiva, ya que en esta primera fase aún no es frecuente encontrar problemas a nivel respiratorio.
En una segunda fase, el deterioro cognitivo ya se hace más evidente y empieza a condicionar el tratamiento. Se trata de realizar un ejercicio terapéutico guiado y adaptado según las necesidades de cada persona, que contribuya al mantenimiento de la condición física global y a la orientación del paciente en el espacio-tiempo, mejorando así también las funciones cognitivas. La fisioterapia se puede intensificar, añadiendo sobre lo anterior:
- Cinesiterapia activa (ejercicios) o pasiva (movilizaciones) de extremidades y de tronco si la persona lo precisa, para la prevención de posibles distonías y desequilibrios posturales.
- Movilización de articulaciones en todos sus planos, buscando siempre la colaboración activa de la persona.
- Ejercicios flexibilizantes de columna y tórax.
- Corrección postural en sedestación, en la cama y al realizar actividades de la vida diaria.
- Ejercicios de equilibrio y reeducación de la marcha.
- Fisioterapia respiratoria, adaptándola al nivel de colaboración de cada persona.
- Tratamiento del dolor por medios físicos (termoterapia, crioterapia o ultrasonoterapia) si lo precisa.
En una tercera fase la persona ya está encamada, presentando un deterioro tanto a nivel psíquico como físico y con poca capacidad de colaboración activa durante las sesiones de tratamiento. Es de vital importancia la prevención y el tratamiento de las complicaciones derivadas del encamamiento a nivel cardiorrespiratorio, cutáneo y la anquilosis y alteraciones del tono muscular. En esta fase podemos realizar:
- Cuidados posturales del encamado, con cambios posturales y protección de prominencias óseas para prevenir úlceras por decúbito.
- Cinesiterapia pasiva o activo-asistida, si lo tolera el paciente.
- Masaje tonificante para mantener una correcta vascularización de los tejidos, especialmente en las zonas de la piel con prominencias óseas o sometidas a una presión continuada.
- Fisioterapia respiratoria.
Conclusión
Si bien el Alzheimer es visto por muchas personas como una enfermedad “sin solución”, sí hay cosas que podemos hacer para mejorar las condiciones y la calidad de vida de las personas que lo padecen, así como de las que las rodean. Entre ellas, la fisioterapia juega un papel muy importante, que por desgracia no siempre es tenido en cuenta, pero cada vez es más valorado.
En personas mayores también podemos encontrar otro tipo de demencias que cursan con sintomatología similar (alteraciones en la función cognitiva, problemas con el equilibrio y la marcha, tendencia al sedentarismo y la inactividad) pero no están clasificadas como Alzheimer.
En estos casos la fisioterapia también tiene un papel fundamental, adaptando siempre el programa terapéutico a la sintomatología específica que nos encontremos en cada paciente, con el objetivo final de mejorar su calidad de vida.