Cualidades imprescindibles de un cuidador

Cuidar y ser cuidados. Es probable que en todas las etapas de la vida necesitemos cuidar y ser cuidados. Ser cuidador es un acto de amor que implica dedicación, trabajo, tiempo, y apoyo hacia la persona que cuidamos.

El cuidado de las personas en situación de dependencia, la mayoría de las veces es ejercido por miembros del núcleo familiar y se realiza en el hogar siempre y cuando sea posible. Esta labor de cuidado no es solo física o asistencial, es un compromiso que conlleva también un cambio de vida e incluso renuncias, por parte de la persona cuidadora.

El cuidador familiar es consciente que atender a una persona en situación de dependencia es algo más que realizar tareas rutinarias como asear, alimentar o dar la medicación. Es indiscutible que uno de los aspectos más trascendentales de la asistencia y el apoyo es el cuidado emocional, que la persona dependiente se sienta respetada y comprendida.

Los cuidadores no profesionales experimentan un importante desgaste emocional y psicológico. Una red de sentimientos que se teje alrededor del paciente y que van desde la preocupación y la ansiedad a los temores. El cuidador tiene que aprender a sobrellevar una carga de dudas – muchas veces se pregunta si lo está haciendo bien– y falta de horas de sueño. Además, las relaciones con el paciente se deterioran y esto crea tensiones. Otras veces los diagnósticos no son favorables y se ven acompañados de un deterioro físico y/o cognitivo. Todo esto genera sentimientos de depresión, soledad y estrés y es importante compartirlo y buscar ayuda.

 

El buen cuidador

 

Cuidar de una persona dependiente es una tarea que implica responsabilidad y paciencia y además no suele resultar sencilla.

Dentro de los cuidados diarios están las tareas básicas como la higiene personal, ayudar a vestir, dar la medicación, alimentar y acompañamiento a las consultas médicas. En resumen, todo aquello que signifique una asistencia tanto dentro como fuera del hogar. Pero es necesario que más allá de las capacidades esenciales para cuidar, el cuidador tenga habilidades sociales, de comunicación, y una gran dosis de comprensión.

Por ello, es importante, escuchar a la persona a la que cuidas. Necesita sentir que le prestamos atención, proponerle tareas que puedan proporcionarle entretenimiento y que disfrute con ellas. Por ejemplo, leer: si tiene problemas de vista, busquemos libros de letras grandes, o de fácil lectura. Escuchar música, ver la tele, juegos de mesa. Si tiene problemas para seguir el juego, buscar formas de jugar más sencillas. Y sobre todo, hablar, comentarle cosas, interesarnos por su opinión, organizar encuentros con otros familiares, o amigos. Ir de visita o pasear para tomar aire fresco y sentir la luz de sol es otra de las cosas que podemos hacer con ellos.

Lo importante es que no deje de sentirse miembro de la familia, que participe en la comunidad, que se mantenga conectada con su entorno y que pueda romper con la monotonía de estar siempre en casa.

Si la persona a la que cuidas tiene problemas de movilidad y pasa algunos momentos sola, es importante darle herramientas que la hagan sentir más segura. Por ejemplo, que pueda utilizar un móvil en caso de emergencia o recurrir a algún servicio de teleasistencia. Intentar no perder los nervios, tener paciencia, hablarle con cariño, pero sin utilizar un lenguaje infantil. Si tarda mucho en comer o intenta vestirse sola, no tenemos que imponer nuestra ayuda, el hecho de que lo intente siempre es positivo.

Hay ocasiones en que el cuidador se encuentra agobiado por las numerosas tareas o la falta de tiempo, y no demuestra de forma asertiva su empatía y comprensión. No olvidemos tocar cuando nos dirigimos a la persona que cuidamos, como tocar un brazo, arreglar el pelo, no escatimar un beso de buenas noches o elogios cuando consigue hacer cosas que habitualmente le cuestan. Pequeños gestos que le demostrarán nuestro cariño.

 

 

Cuidar al cuidador

 

Un accidente, una enfermedad inesperada o un deterioro que no parecía tan cercano hace que los familiares frecuentemente asuman el rol de cuidador sin saber a ciencia cierta a qué se enfrentan. El factor emocional es el que más se ve afectado inicialmente. Ser testigo de un menoscabo físico o psíquico es muy doloroso.

A partir de ese momento, toda ayuda resultará de utilidad para mejorar las condiciones de vida de la persona a la que cuidas y mantener nuestro bienestar emocional y salud para realizar nuestro cometido. Es necesario encontrar recursos que nos orienten para superar las dificultades que puedan surgir y evitar el desgaste, situaciones de estrés y angustia.

Se trata de prevenir el síndrome del cuidador, comprender los síntomas y los cambios de humor, aprender a gestionar nuestras emociones sin sentirnos culpables y pedir ayuda cuando la necesitemos. En conclusión, conseguir espacios para uno mismo, y ser positivos.  Si tú estás bien, cuidarás mejor.

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