¿Bailamos? la danza un arte saludable para todos

La danza impacta de forma muy positiva en la vida de las personas con discapacidad intelectual. Así lo afirman numerosos estudios que aseguran que esta experiencia favorece, entre otros aspectos, la mejora de la autonomía, la expresión personal, la capacidad de comunicación, la socialización, la autoestima y la movilidad.

Desde tiempos ancestrales, el ser humano descubrió la necesidad de comunicarse con su cuerpo mediante movimientos rítmicos que transmitían emociones y sentimientos. En algunas pinturas rupestres se pueden constatar ilustraciones de figuras humanas que se asocian a personas danzando, probablemente durante la ejecución de algún ritual o eventos como nacimientos, funerales o bodas.

Desde esos tiempos hasta hoy la danza, al igual que la poesía o la música, ha evolucionado como una forma de comunicación y conexión social. Se puede decir que el baile promueve la capacidad de despertar a nuestro cuerpo y brindarle la posibilidad de transmitir emociones. Independientemente del tipo de baile que sea, mientras se lleva a cabo, se genera una sensación de bienestar y se erige como una forma importante de relación entre los seres humanos.

 

Discapacidad en movimiento

 

Dentro del colectivo de personas con discapacidad intelectual, practicar cualquier tipo de danza sirve para sumar a la coordinación y el ejercicio una mayor integración social. En este tipo de actividad, el aprendizaje se une a los valores del entrenamiento, la disciplina, la expresión de sentimientos tales como la alegría, la melancolía, incluso la ira, y todos ellos se integran en las rutinas diarias.

Una investigación “Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social” realizada por la Universidad Complutense recoge los resultados evidenciando que la danza y otras actividades artísticas son unas herramientas excepcionales para el desarrollo de trabajos con personas con discapacidad o en riesgo de vulnerabilidad social.

Este estudio sitúa el impacto de las expresiones artísticas en el colectivo de las personas con discapacidad intelectual aportando muestras sobre los beneficios y el potencial de la danza en diferentes aspectos del bienestar de las personas con discapacidad intelectual.

La iniciativa surgió de Cristina Merino, cuya experiencia como gimnasta rítmica le llevó a conocer a la Asociación Fuente Agria y a compartir la actividad con personas con discapacidad.

La práctica del baile es válida para personas con diferentes tipos de discapacidad: síndrome de Down, niños con autismo, personas con discapacidad sensorial, parálisis cerebral, lesiones medulares…. Todos ellos desarrollan los ejercicios y coreografías de forma inclusiva en grupos de más participantes con o sin discapacidad. El baile se convierte así en una terapia que les ayuda a entablar una relación con su cuerpo y aprender a reconocer su lenguaje. Esa enseñanza y ese reconocimiento son esenciales para realizar todas aquellas actividades que suponen un reto motriz.

 

 

Beneficios de la danza

 

La práctica continuada de este “arte” en movimiento proporciona los siguientes beneficios para aquellas personas que más pueden necesitarlo:

 

  • Mejora el equilibrio, la coordinación y el sentido del ritmo.
  • Proporciona tono muscular y elasticidad del cuerpo.
  • Mejorar la postura y la colocación del cuerpo además de la consciencia sobre el mismo.
  • Mayor concentración, apoyo al trabajo en grupo, respeto al trabajo de uno mismo y al de los demás.
  • Capacidad creativa.
  • Aumento de la autoestima.
  • Adquisición de hábitos de conducta que propicien una mejor adaptación al medio.
  • Socialización.

 

Por todo ello, podemos afirmar sin ninguna duda que el baile y la danza son disciplinas artísticas que no sólo maximizan la actitud emocional y teatral, sino también profundizan y fomentan las habilidades motrices y corporales.

Pero, sobre todo, lo más destacable es la función de palanca de inclusión que proporciona este arte al fomentar las relaciones interpersonales con nuevos contactos sociales, así como la posibilidad de estrechar los vínculos familiares y sentir que no hay límites para casi nada. Así que ¡danzad!

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