Robots: cómo ayudan a los niños con autismo
Los niños con trastorno del espectro autista, bien porque encuentran dificultades para reconocer los sentimientos o emociones de su entorno, o por sus patrones estereotipados de conducta, sufren en muchas ocasiones situaciones de aislamiento. El principal hándicap es la comunicación, que en ellos se convierte en todo un desafío.
Esta patología suele conllevar un déficit de habilidades sociales, por ejemplo, problemas para hacer amistades o sentir empatía o dificultades del lenguaje y de la comunicación. Les resulta muy complicado comprender y retener información proporcionada verbalmente y no captarán algunos matices del lenguaje como la ironía.
Las intervenciones tempranas, como las terapias del habla y del comportamiento, ayudan a mejorar el desarrollo de estos niños.
Tecnología para ayudar a las personas con autismo
Una vez más, la tecnología se pone de nuestro lado y gracias a la inteligencia artificial y el desarrollo que han experimentado los robots asistenciales se perfila con optimismo una nueva trayectoria.
La iniciativa se basa en que los robots domésticos junto con la inteligencia artificial configuran un tratamiento individualizado de acuerdo con las necesidades de cada niño. Se trata de robots con una actitud y aspecto amigable, con capacidad para demostrar ciertas emociones. Precisamente, ese es el objetivo principal: que los niños imiten dichas emociones y puedan aprender a manejarlas y responder ante ellas de forma adecuada.
Un estudio, publicado recientemente en Science Robotics, presenta un paso importante en el avance de la Inteligencia Artificial (IA) que impulsa a estos compañeros en el hogar.
Robots al rescate: algunas buenas experiencias
Con la ayuda del MIT Media Lab, los responsables de un proyecto de aprendizaje profundo han incluido en un robot un sistema de aprendizaje automático y personalizado que ayuda a los robots a valorar el interés del niño durante sus interacciones. Esta habilidad es esencial para lograr un resultado óptimo. De esta forma, dicha tecnología podrá reconocer correctamente el comportamiento del paciente, quien debe sentirse, sobre todo, cómodo y seguro durante la sesión.
Desentrañar los movimientos, gestos y palabras de niños con espectro autista siempre se vislumbra como una tarea complicada. Con la inteligencia artificial se puede avanzar mucho más rápido.
De acuerdo con Oggi Rudovic, miembro del Media Lab y autor del estudio: “la meta a largo plazo no es crear robots que reemplacen a los terapeutas humanos, sino mejorarlos con información clave que los terapeutas puedan usar para personalizar el contenido de la terapia y también interactuar más “
La investigadora de la Universidad del Sur de California (EE. UU.) Maja J. Matarić y su equipo, en una iniciativa similar, crearon un modelo de aprendizaje automático. Utiliza datos de audio y vídeo de las interacciones de los niños autistas con el robot, como el diálogo y el contacto visual, para predecir si están participando en una determinada actividad de entrenamiento. Si no lo hacen, el robot reacciona y vuelve a involucrarlos para mantener su atención en los ejercicios terapéuticos durante períodos de tiempo más largos.
Es importante destacar que el estudio se realizó con datos recopilados por robots que vivieron con niños en sus hogares durante un mes. Forma parte de una iniciativa de investigación de varios años que intenta analizar el impacto y mejorar las capacidades de estos compañeros en un entorno real. Mediante el juego se pretende que el robot ayude a estos niños a explorar la comunicación humana básica, las emociones. Y como colofón a aprender cómo interactuar socialmente.
¿Resultados?
“Los niños necesitan aprender en un entorno social. Pero los niños con trastorno del espectro autista no lo practican lo suficiente. Por eso es importante el robot”, asegura Matarić. Con el tiempo, muchos de los niños aprendieron a relacionarse con el robot como si fuera su amigo, y mejoraron su empatía hacia otros compañeros. Muchos también introdujeron al robot en sus círculos sociales familiares y aumentaron sus interacciones.
Se espera que tales robots de asistencia social se conviertan en compañeros terapéuticos asequibles y personalizados. Los pequeños que convivieron con estos autómatas durante un mes no solo mejoraron sus habilidades sociales fundamentales, también reforzaron sus relaciones con familiares. Podría convertirse en una nueva y prometedora forma de comunicación.
Stephanie Shirley, fundadora de Priors Court, una escuela para niños con autismo severo pionera en este tipo de terapia, reconoció en una entrevista a la BBC que no todos respondían al robot, pero los que lo hacían, se relacionaban con él de manera sorprendente. “He visto como un alumno se despedía del robot con un beso; y hablamos de un niño que normalmente no quiere besar ni a su madre”, dijo.
Sin embargo, la experiencia en el ambiente doméstico resultó más desafiante de lo que los investigadores sospechaban. Accidentalmente, los niños estropeaban al robot o movían la cámara, lo que invalidaba la captación de datos. Otro inconveniente fue que los hermanos de los niños autistas también querían jugar esos juegos, lo que aumentaba la complejidad del análisis. Pero ese entorno real también dio a los técnicos una comprensión más general sobre cómo diseñar los robots para que sean más efectivos.
A pesar de lo complejo y arduo que se presenta la trayectoria en esa línea, diferentes equipos ya trabajan para adaptar estas técnicas a otras enfermedades como el control del dolor o el desarrollo del Alzheimer.
Un paso más para seguir trabajando por una sociedad más inclusiva y más justa para todos.